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Metodologías activas: Clave en altas capacidades y diversidad

Las metodologías activas han ganado protagonismo en el ámbito educativo como una alternativa eficaz a la educación tradicional para transformar la forma en que se aprende y se enseña. Pero, ¿qué son exactamente? Se trata de enfoques pedagógicos que ponen al alumnado en el centro del proceso de aprendizaje, fomentando su participación activa, el pensamiento crítico, el trabajo colaborativo y permitiendo la personalización y multinivelación del aprendizaje, por lo que cada alumn@ puede trabajar a su propio ritmo e interés, sin menoscabo del resto del aula, enriqueciendo toda la clase. Estas metodologías buscan que los estudiantes sean los protagonistas de su propio aprendizaje, en lugar de ser receptores pasivos de información.

Y ¿Qué tiene de malo hacerlo como se hacía siempre?

Las familias y docentes desconocedores de estas metodologías y sus beneficios, abogan por las ventajas de la memorización y del sistema tradicional y, en ocasiones, se escucha el reclamo hacia la educación tradicional, considerándola más efectiva, ya que es lo que conocen. Podemos llegar a entender ese pensamiento, aunque sea erróneo: es normal que prefieras un sistema conocido a uno desconocido, por muy bueno o malo que sea, que te crea incertidumbre y con el que no te sientes seguro.

Pero, en la medida de nuestras posibilidades como profesionales, debemos ir aprendiendo y mejorando nuestra labor docente para poder atenderlos a todos mejor, y las metodologías activas son una buena oportunidad para ello. Empecemos poco a poco, con seguridad y paso firme hacia una educación real y significativa, ese debe ser nuestro objetivo. En la que vayamos explicando a las familias cada paso que demos y el porqué de los cambios para que no se sientan desubicados y puedan acompañar a sus hijos con seguridad y confianza.

Una de las premisas que se escucha mucho entre los detractores de las metodologías activas es que menosprecian los conocimientos en favor de las competencias. Sin embargo, la realidad es muy diferente. Las metodologías activas no van en contra de los conocimientos, ni ponen las competencias por encima de los conocimientos. Los conocimientos son las bases para construir la competencia. No son excluyentes, sino complementarios. Esto es esencial. Más allá de eso, debemos tener en cuenta que aprender y memorizar no son lo mismo, y no siempre se debe memorizar todo ni todo el alumnado tiene las mismas capacidades.

Diferencias entre las metodologías activas y la clase tradicional

En la clase tradicional, el docente asume el rol de transmisor de conocimiento, mientras que el alumnado se limita a escuchar y memorizar. Este modelo, aunque efectivo en algunos contextos concretos, se queda corto a la hora de desarrollar habilidades esenciales como la resolución de problemas, la creatividad o la comunicación efectiva.

Por otro lado, se ha demostrado que el conocimiento se transmite, pero, para que haya aprendizaje y no solo entendimiento, ese conocimiento debe ser construido por el aprendiz. Es por eso, que, con una clase tradicional el alumnado puede entender los conceptos importantes, pero necesita luego de un trabajo personal e interno en el que ese entendimiento se transforme en aprendizaje, siendo él mismo el que desarrolle una serie de actividades o acciones que le ayuden a construir esas conexiones neuronales y, por lo tanto, aprenda.

En cambio, las metodologías activas promueven un aprendizaje basado en esa acción y la reflexión desde el inicio de la clase, no tan sólo después de clase, en casa, solo y sin guía o apoyo. Por ejemplo, el aprendizaje por proyectos, el aprendizaje cooperativo o el aprendizaje basado en problemas (ABP) involucran al alumnado en tareas reales y significativas. Aquí, el docente actúa como un facilitador o guía, proporcionando las herramientas necesarias para que los estudiantes exploren, investiguen y encuentren soluciones de manera autónoma o colaborativa.

La función del docente y del alumnado

En el modelo tradicional, el docente actúa como la única fuente de conocimiento, planificando y dirigiendo todas las actividades, mientras que el alumnado tiene un rol pasivo, limitado a escuchar, tomar apuntes y reproducir lo aprendido en exámenes. En este tipo de clases, se suele tener como recurso principal el libro y el modelo de trabajo suele tener un solo nivel en el que todo el alumnado está obligado a seguir, por lo que la atención a la diversidad es nula y se obliga a los que no pueden seguir el ritmo, a hacer algo diferente al resto de la clase. Además, en los casos en los que el alumnado no consigue entender los conceptos trabajados, les basta con memorizar para poder aprobar el examen. Pero, ¿eso promueve un aprendizaje real y significativo? No, la realidad es que se pierde a los pocos días, incluso antes de perderse no era un aprendizaje, sino una memorización sin sentido. Es lo que ocurre en muchas ocasiones cuando repetimos conceptos de cursos anteriores y nos damos cuenta de que la clase sigue sin saberlo. Si no lo saben, lo más normal es que no se aprendió de verdad.

Sin embargo, en las metodologías activas el docente es un mediador, que orienta y motiva al alumnado, diseñando experiencias de aprendizaje significativas y personalizadas, mientras que el alumnado se convierte en el protagonista, participando activamente en su aprendizaje, tomando decisiones y colaborando con sus compañeros, en definitiva, pensando y construyendo su propio aprendizaje. Porque el aprendizaje se construye pensando.

Metodologías activas más destacadas

Aquí tenéis una lista de algunas de las metodologías más conocidas y en lo que consisten.

  1. Aprendizaje basado en proyectos (ABP): el alumnado trabaja en proyectos reales que requieren investigar, planificar y crear productos o soluciones. Esta metodología fomenta la autonomía y conecta los aprendizajes con situaciones del mundo real.
  2. Aprendizaje basado en problemas (ABP). A partir de un problema concreto, los estudiantes desarrollan habilidades para analizar, investigar y resolverlo de manera colaborativa. Esto potencia el pensamiento crítico y la capacidad de trabajar en equipo.
  3. Aprendizaje cooperativo. Los estudiantes trabajan en pequeños grupos donde cada miembro tiene un rol específico y contribuye al éxito del equipo. Este enfoque promueve habilidades sociales y asegura que todos los miembros participen activamente.
  4. Gamificación. El uso de elementos de juego, como puntos, retos y recompensas, para motivar y comprometer al alumnado. La gamificación no es sólo jugar en clase, sino crear una realidad “gamificada” en el aula que aumenta la participación y hace que el aprendizaje sea más divertido y significativo.
  5. Flipped Classroom o Clase invertida. Como bien indica su propio nombre, la clase invertida pide al alumnado que el contenido teórico se trabaje en casa mediante vídeos, lecturas o recursos digitales, mientras que el tiempo en el aula se dedica a actividades prácticas y colaborativas. Esto permite un aprendizaje más personalizado y muchísimo más activo por parte del alumnado.
  6. Design Thinking. Metodología que impulsa la creatividad y la resolución de problemas en etapas: empatizar, definir, idear, prototipar y evaluar. Es ideal para proyectos interdisciplinarios.
  7. Aprendizaje por descubrimiento. Los estudiantes exploran y descubren conocimientos a través de la experimentación y la investigación, fomentando la curiosidad y el aprendizaje autónomo.
  8. Estaciones de aprendizaje. Los estudiantes rotan por diferentes estaciones con actividades diversas y adaptadas a distintos niveles. Esto facilita la multinivelación y asegura que cada estudiante trabaje a su propio ritmo.
  9. Trabajo por rincones. Similar a las estaciones de aprendizaje, pero con actividades más enfocadas a infantil y primaria. Permite personalizar el aprendizaje según los intereses y habilidades del alumnado.
  10. Aprendizaje-Servicio (ApS). Combina el aprendizaje académico con el compromiso social, involucrando al alumnado en proyectos que beneficien a la comunidad mientras adquieren conocimientos y competencias. Fomenta valores de solidaridad y responsabilidad social, además de conectar los aprendizajes con la realidad.
  11. Aprendizaje basado en retos (ABR). Plantea desafíos reales y complejos que requieren del trabajo conjunto del alumnado para resolverlos. Estimula el pensamiento crítico, la creatividad y la colaboración, alineándose perfectamente con el marco DUA al ofrecer múltiples formas de abordaje y solución.

Estas metodologías inciden positivamente en la personalización del aprendizaje y la multinivelación al adaptarse a los diferentes ritmos, estilos y necesidades educativas. Además, encajan perfectamente con el marco del Diseño Universal para el Aprendizaje (DUA), ya que ofrecen múltiples formas de presentar la información y de adaptar la programación docente desde el inicio teniendo en cuenta todas las necesidades de todo el alumnado, implicando al alumnado en el proceso de forma activa y evaluando el aprendizaje diariamente, mejorando el feedback diario y la evaluación formativa.

Beneficios de las metodologías activas

Entre los beneficios más importantes, destacan:

Mayor implicación del alumnado, al ser parte activa del proceso en lugar de un simple observador, se incrementa su motivación y compromiso. Entienden lo que hacen y para qué lo hacen, lo que les aporta un sentido y objetivo de su propio aprendizaje.
Desarrollo de habilidades esenciales, como el pensamiento crítico, la resolución de problemas, el trabajo en equipo y la comunicación.
Aprendizaje significativo en lugar de memorización “deslocalizada”. Los contenidos del aula se relacionan con situaciones reales, es decir, se trabaja desde su uso en la vida real, facilitando su comprensión y aplicación.
Atención a la diversidad. Estas metodologías se adaptan a diferentes estilos y ritmos de aprendizaje, beneficiando tanto a estudiantes con altas capacidades como a aquellos con diferentes dificultades o particularidades. De la misma forma, se atiende a las preferencias de aprendizaje de todo el alumnado mediante diferentes actividades adaptadas para llegar a todos.
Mayor retención de conocimientos. Al aprender haciendo, se refuerzan las conexiones neuronales y se facilita el recuerdo a largo plazo.

Mejora la autonomía personal y la autoestima, ya que todos los alumnos pueden trabajar a su propio ritmo y en el sentido que necesitan.

Permite el movimiento autónomo por el aula, que es muy beneficioso para aquellos que necesitan moverse para poder aprender mejor, favorece la concentración y previene problemas de espalda, ya que los expertos recomiendan no permanecer largos periodos de tiempo sentados en una silla, como ocurre en el sistema tradicional.

No es obligatorio seguir una metodología concreta en todo momento, se puede ir usando las partes de cada una que se necesiten según el docente crea necesario u oportuno para la mejora de su práctica docente (inclusive, intercalar partes de la enseñanza tradicional como, por ejemplo, la clase magistral) y atendiendo a las necesidades de su alumnado, su programación y el currículo establecido.

Dificultades para su implantación

A pesar de sus beneficios, las metodologías activas enfrentan varios retos que deben ser abordados en profundidad si se desea un cambio real hacia una mejor educación. Algunos de ellos, son:

Falta de formación inicial y continua. Muchas universidades no preparan a los futuros docentes para implementarlas, y las oportunidades de formación continua de calidad son limitadas.
Altas ratios de alumnado. Un gran número de estudiantes por aula, con aulas pequeñas y con una ordenación de la misma dirigiendo a todo el alumnado a la pizarra y mesa del profesor, dificulta el trabajo personalizado y el seguimiento adecuado.
Falta de recursos. Las escuelas necesitan materiales, espacios flexibles y tecnología adecuada para aplicar estas metodologías.
Reticencia al cambio. Algunos docentes y familias perciben estas metodologías como menos rigurosas, confundiendo la participación activa con la ausencia de esfuerzo o aprendizaje y el movimiento y ruido del aula como una clase sin trabajo ni disciplina.
Poca inversión educativa. La implementación de estas metodologías requiere apoyo económico para formación, infraestructuras y recursos. A pesar de que, cada vez más, las leyes educativas fomentan el uso de las diferentes metodologías activas, no promueven de forma eficaz ni efectiva su implementación real en los planes educativos de las diferentes universidades, así como no invierten en la formación continua de calidad de los docentes en activo,
Desafíos legislativos. A pesar del apoyo legal hacia la formación competencial, los diferentes recursos para la evaluación y calificación, como aplicaciones y comunicaciones a las familias, evaluaciones, burocracia,… siguen mirando hacia el modelo tradicional de examen memorizado, por lo que la ley queda, en la mayoría de ocasiones, en papel mojado.

Aula del Futuro (ADF): un espacio para integrar metodologías activas

En muchas ocasiones, cada día más, nos podemos encontrar que dentro de una metodología activa, o incluso, en la clase tradicional, se van introduciendo actividades o aspectos de otras metodologías activas, enriqueciendo a unas con otras, para ofrecer la mejor experiencia educativa al alumnado. Por ello, ha nacido El Aula del Futuro.

El Aula del Futuro (ADF) es una iniciativa que propone transformar el espacio educativo para adaptarlo a las necesidades de la educación del siglo XXI. Diseñado como un entorno flexible, tecnológico y modular, el ADF integra diversas metodologías activas para fomentar un aprendizaje más participativo y personalizado.

En el ADF, los espacios se organizan en zonas destinadas a distintas actividades: investigación, creación, colaboración, presentación y evaluación. Estas zonas permiten implementar estrategias como el ABP, el ApS o el ABR, promoviendo la multinivelación y respetando los principios del DUA. Además, el uso de tecnología, como pizarras digitales, tabletas y herramientas colaborativas, facilita la inclusión y la adaptación a diferentes estilos de aprendizaje.

El Aula del Futuro no solo favorece la innovación educativa, sino que también empodera a docentes y estudiantes, creando un entorno donde todos pueden desarrollar su potencial al máximo.

Debemos implantarlo de forma progresiva y reflexiva.

Si bien es verdad que no hay una metodología perfecta para todos, las metodologías activas (trabajadas de forma adecuada) han demostrado tener mejores resultados en el aula que la clase tradicional igual para todos, en la que el alumnado debe estar sentado y atendiendo durante toda la jornada escolar. Sin embargo, embarcarse en una enseñanza con una metodología activa sin formación previa y sin un proceso progresivo de implantación, es a todas luces, un error. Debe ser el propio docente el que estudie y decida qué metodología se acerca más a su forma de trabajar, la implante de forma paulatina según vaya cogiendo seguridad y confianza, tenga una figura de referencia para poder consultar dudas y problemas y pueda mejorar su práctica docente y las mejoras que nos ofrece la innovación y la investigación científica.

Os dejamos con este acertadísimo refrán de Benjamin Franklin, que esperamos que ayude a la reflexión:

Dime y lo olvido, enséñame y lo recuerdo, involúcrame y lo aprendo. 

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