“Le propongo retos y se niega a participar, ¿qué le ocurre?, ¿no se suponía que era su fuerte?” “Le he propuesto un programa de enriquecimiento y me ha dicho que prefiere hacer lo mismo que el resto de la clase” “Si no quiere hacer el programa de profundización, yo no le puedo obligar”… Este tipo de dudas y comentarios es una de las consultas que recibimos con más frecuencia por parte de los docentes que intentan hacer el programa de profundización o enriquecimiento con su alumnado de altas capacidades y reciben una negativa de éstos para realizar los retos, desafíos o programas de enriquecimiento o profundización que les proponen en casa o en clase. Hoy hablaremos de ello para explicar por qué es necesario ofrecer estos programas, qué dice la normativa, exponer las posibles dificultades que nos podamos encontrar en su implementación y ofrecer estrategias para ayudar a superar los obstáculos a los que se enfrenta el alumnado de altas capacidades.
Por qué es necesario realizar programas enriquecimiento o profundización para las altas capacidades
Una de las mejores formas de estimular y motivar al alumnado de altas capacidades intelectuales es el uso de retos o desafíos, trabajos de investigación y destrezas de pensamiento. Este tipo de estrategias les permite desarrollar su pensamiento crítico, la creatividad y la capacidad de resolución de problemas y la cultura de pensamiento. Les ofrece lo que necesitan para estimular su cerebro de forma adecuada y realizar un ajuste académico a su nivel y ritmo, eliminando así su aburrimiento, frustración, irascibilidad, somatización y otros posibles efectos derivados de la falta de ajuste académico.
Recordemos que conocer y aprender sobre lo que les motiva es, para la persona con altas capacidades, una de sus necesidades principales, por lo que tener respuesta a sus preguntas y aprender a su ritmo y velocidad, no es para ellos una opción, sino una necesidad.
Qué dice la normativa
Si esta necesidad no es satisfecha por el sistema educativo, se producen desajustes que van desequilibrando todos los ámbitos de la persona: académico, emocional y social. Cada uno se puede ver más o menos afectado dependiendo del caso concreto, pero, todos, en un momento de su vida académica, enfrentarán las consecuencias del desajuste, por lo que la normativa actual, demostrada esta problemática por la comunidad científica, determina que el alumnado de altas capacidades es alumnado NEAE, es decir, con necesidades específicas de apoyo educativo, con el fin de lograr el ajuste académico adecuado y, por lo tanto, el correcto desarrollo integral del alumnado.
Por todo lo anterior, como docentes, estamos obligados a realizar el programa de enriquecimiento o profundización, ya que no es algo que se decida por parte del equipo docente o por el alumnado, sino que queda reflejado en las orientaciones de la evaluación psicopedagógica y, por lo tanto, es de obligatorio cumplimiento.
Dificultades de implementación
Sin embargo, en muchas ocasiones, cuando llegan a cierta edad o cuentan con más experiencia escolar sin haber recibido un programa de enriquecimiento o profundización (y por lo tanto, estar desajustados a nivel académico), el alumnado comienza a evitar participar en este tipo de actividades. Pero, ¿por qué ocurre esto?
Falta de tolerancia a la frustración y creencias limitantes
Desde pequeños, muchos niños con altas capacidades han seguido el mismo ritmo de trabajo que sus compañeros sin recibir una atención diferenciada. Esto implica que han logrado sus objetivos académicos sin apenas esfuerzo y sin experimentar dificultades reales, todo lo aprenden sin esfuerzo, llega solo. Al no haberse enfrentado a retos a su medida, no han desarrollado una tolerancia adecuada a la frustración. Como resultado, cuando finalmente se encuentran con un desafío que no pueden resolver a la primera, su reacción suele ser el abandono o la evitación. Piensan que, si no les sale de inmediato, como hasta entonces, no serán capaces de hacerlo nunca, lo que refuerza su creencia de que el esfuerzo no es necesario o incluso que el fracaso es inaceptable.
El síndrome del impostor, la profecía autocumplida y el perfeccionismo extremo
El síndrome del impostor es muy común en niños y adolescentes con altas capacidades. A pesar de sus logros, pueden llegar a pensar que su éxito no se debe a su talento o capacidad, sino a la suerte o a que han engañado a los demás haciéndoles creer que son más inteligentes de lo que realmente son. Esto puede generarles una gran inseguridad ante los desafíos, ya que temen que, al fallar, los demás descubran que en realidad “no son tan inteligentes”.
Por otro lado, la profecía autocumplida refuerza esta situación: si un niño con altas capacidades empieza a creer que no es lo suficientemente bueno para enfrentarse a un reto, evitará participar en él. Y al no participar, nunca tendrá la oportunidad de demostrar, a los demás o a sí mismo, lo contrario.
El perfeccionismo extremo les hace creer que nada de lo que hacen es lo suficientemente bueno, generándoles una gran frustración y miedo a ser rechazados, ya que consideran que su trabajo no está al nivel de sus compañeros.
Proclastinación
De forma parecida, al reforzarse día a día, durante toda la vida académica, la idea de que el aprendizaje se produce de forma rápida y sin esfuerzo y no ha desarrollado diferentes herramientas o estrategias para superar las dificultades, el alumnado de altas capacidades, cuando se encuentra ante un reto o desafío nuevo, todo lo anterior ejerce demasiada presión, por lo que retrasa la realización de la actividad hasta que el tiempo se agota, con diferentes resultados, desde positivos hasta el abandono y la frustración.
Aceptación social y no querer destacar
Cuando llega la adolescencia, especialmente para las chicas, la aceptación social pasa a ser muy importante en su vida, al punto de que ser señalado como un alumno o alumna destacada por hacer algo diferente, puede convertirse en un factor que disminuye la aceptación social y, por lo tanto, no desean. Es por eso que, tanto familias, sobretodo en edades tempranas, como el mismo alumnado, en la adolescencia y de forma más activa en las chicas, se niega a participar en este programa porque no quieren “ser señalados”.
Bullying
De una forma parecida, y por ser un colectivo vulnerable, la posibilidad de realizar una actividad diferente, les puede poner en el punto de mira de aquel alumnado que no tiene empatía o respeto, y generar una situación difícil para este alumnado. Por lo que, si ya está viviendo una situación comprometida, con más ímpetu, va a negarse a hacer algo diferente al resto de sus compañeros.
Estrategias para implantar un programa de profundización o enriquecimiento
Una implementación gradual y acompañada
No podemos esperar que un niño que ha trabajado siempre de forma mecánica, reaccione de la noche a la mañana de manera positiva ante los desafíos. Debe haber una transición gradual, acompañada por docentes y profesionales, que comprendan sus necesidades. Además, muchas veces los retos que se les presentan no tienen en cuenta su nivel previo ni los andamiajes necesarios para ayudarles a enfrentarse a ellos con éxito. La falta de apoyo psicosocial también juega un papel crucial: sin un entorno de confianza donde puedan equivocarse sin miedo, es difícil que den el paso de intentar algo que los desafíe.
Desafíos bien diseñados: la clave del éxito
Si queremos que los niños con altas capacidades disfruten del aprendizaje y se desafíen a sí mismos, es fundamental diseñar estrategias adecuadas, acompañarlas con el apoyo necesario y, sobre todo, fomentar una actitud positiva hacia el esfuerzo y la superación.
- Integración en la programación didáctica
Para que los desafíos tengan un sentido educativo real, deben estar contemplados en la programación. No se trata de actividades puntuales o “extras”, sino de propuestas pedagógicas alineadas con los objetivos de aprendizaje.- Para todo el alumnado y en diferentes áreas: lo ideal es que exista una modalidad de reto para cada nivel o ritmo de aprendizaje, de modo que sea una práctica inclusiva.
- No deben ser completamente nuevos o desligados de todo lo anterior: debemos partir de lo ya conocido y buscar conexiones que permitan un progreso natural.
- Plantear niveles de dificultad o multinivel: así cada estudiante puede encontrar la versión del reto que mejor se adapta a sus capacidades e intereses.
- Cuidar la evaluación y la rúbrica
Si vamos a calificar la actividad, es esencial diseñar rúbricas claras y equitativas. La evaluación debe valorar el proceso, la creatividad, el esfuerzo y la perseverancia, además del resultado. Esto fomenta una cultura de pensamiento y aprendizaje continuo, sin miedo al error.
Algunos aspectos clave para diseñar desafíos eficaces son:
- Tener en cuenta el nivel previo del niño: en este punto, la evaluación inicial es esencial para trabajar con cada uno de nuestros alumnos en el punto en el que están, evitando así la repetición de contenidos que ya conocen y aprovechando el tiempo en aquello que realmente les ayuda a aprender.
- Ofrecer andamiajes o apoyos adaptados a sus necesidades: personalizar el aprendizaje desde el marco DUA nos permite que cada uno de nuestros alumnos avancen de forma gradual y segura en su propio aprendizaje.
- Asegurar un ambiente seguro donde el error sea parte del aprendizaje: entender que el error no es fallar, sino un proceso necesario para aprender es necesario para que dejen de centrarse en lo que hacen mal y se centren en aprender de esos errores.
- Implementar una evaluación clara y objetiva, con una rúbrica bien diseñada: el alumnado, así como sus familias, necesitan información de lo que van a realizar y cómo, para sentirse en un entorno seguro.
- Diseñar actividades multiniveladas, accesibles para todo el alumnado: ofrecer diferentes actividades para diferentes niveles nos asegura que todo el alumnado pueda aprender significativamente a partir de lo que ya conoce, lo que les ayuda a sentirse más seguros y capaces.
- Fomentar la cultura del pensamiento crítico y la colaboración entre iguales.
- Favorecer la creatividad y el desarrollo personal de cada alumno o alumna, no limitándonos a actividades cerradas de respuesta única, sino a aquellas en las que la realización personal sea fundamental, para que la clase se enriquezca con la aportación de todos.
Revisar el diseño de la actividad, no culpabilizar al alumnado
Si un niño con altas capacidades no quiere participar en un desafío, no debemos caer en el sesgo de confirmación pensando que “simplemente no le gustan los retos”. En su lugar, debemos revisar en qué parte del diseño de la actividad podría estar el problema. ¿Es demasiado fácil o demasiado difícil? ¿Falta un apoyo adecuado? ¿Se ha generado un ambiente de confianza para que se atreva a intentarlo?
Para que los desafíos sean una herramienta efectiva, deben estar diseñados de forma estratégica y adaptada a las necesidades de cada estudiante. Solo así conseguiremos que el alumnado con altas capacidades desarrolle todo su potencial, superando miedos, frustraciones y creencias limitantes para convertirse en pensadores críticos, creativos y resilientes.
Evitar el sesgo de confirmación y revisar el diseño
Finalmente, si un niño o niña con altas capacidades se niega a realizar un desafío, antes de sacar conclusiones precipitadas, debemos revisarnos como docentes o profesionales. Puede que el reto no esté bien planteado, que no hayamos ajustado las expectativas o el nivel de dificultad, o que falten los apoyos emocionales y motivacionales necesarios. No caigamos en el sesgo de confirmación (“es que no le gustan los retos” o “no tiene motivación”), sino cuestionémonos si algo en el diseño o en la implementación puede y debe mejorar.
En conclusión, trabajar con retos o desafíos en el aula puede ser una de las mejores formas de impulsar el potencial de los niños con altas capacidades y, como ya hemos visto, para toda la clase. Sin embargo, es crucial plantearlos con cuidado, considerando su historial académico, su nivel de tolerancia a la frustración y el apoyo emocional que necesitan. Un diseño adecuado y una implementación gradual aumentan las probabilidades de que lo reciban de forma proactiva y de que disfruten del proceso, en lugar de inhibirse o rechazarlo. Y si a pesar de todo no funcionan, revisemos nuestro método y seamos flexibles, evitando culpar al alumnado o etiquetándolo injustamente. Solo así lograremos entornos de aprendizaje enriquecedores, motivadores y efectivos para todos.
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