Haciendo memoria de todos los artículos leídos, reconozco que no son pocas las noticias de niños que entran en la universidad porque sus Altas Capacidades les han permitido llegar antes a la misma, a pesar de su corta edad.
Evidentemente, estas noticias no ocurren en España, donde la visión de Altas Capacidades sigue siendo una maraña de mitos y confusiones que generan, aparte de la falta de atención necesaria para su adecuado desarrollo, un obstáculo innecesario para su correcto avance a la velocidad y ritmo que ellos realmente necesitan.
Aquí, en España, se siguen escribiendo estas noticias como algo extraordinario que ocurre fuera y que nuestros hijos, lejos de poder realizarlo, son “normales” porque ellos van a año por curso, aunque sí se permite la repetición, bueno, de forma extraordinaria, claro.
Seguimos, de esa forma, perpetuando la idea de que las Altas Capacidades son una aguja en un pajar, en lugar de poner el foco en las diferencias entre estos sistemas educativos y el nuestro. Estos, que permiten que cada niño, con sus capacidades y circunstancias, escale dentro del mismo a su propio ritmo.
Porque sí, nuestro sistema es un procedimiento educativo estanco que, a pesar de todos los cambios normativos, sigue anclado en el pasado, impidiendo que cada alumno vaya según sus posibilidades y obligando a todos a seguir un solo ritmo establecido en el aula, donde ni está ni se espera la personalización del aprendizaje ni la aceptación del ritmo de cada niño. Donde la flexibilización en las altas capacidades y la aceleración parcial o total de un curso se hacen imposibles por falta de consenso nacional, ya que no hay una ley integral para las altas capacidades.
Así, cada comunidad establece unos criterios propios y, por ello, de forma discriminada, a día de hoy en algunas de estas comunidades no se permiten las flexibilizaciones parciales, lo cual supone un decidido paso atrás en contra de la diversidad y un impedimento más a las necesidades de pautar medidas que ayuden a fomentar el ritmo y la atención personalizada a cada alumno.
De esta forma, seguimos perpetuando el mito de que los niños de altas capacidades son una aguja en un pajar, evitando identificaciones y atenciones tempranas. Seguimos impidiendo el avance de cada niño según su ritmo personal, atrapando a aquellos que necesitan ir más rápido en un compás lento e inasumible para muchos.
Y, claro, a pesar de que los contenidos no son lo más importante y de que los niños de Altas Capacidades no tienen porqué hacerlo todo perfecto, se sigue con la absurda idea de que, si no lo conoce todo, no podrá avanzar en el futuro. ¡Como si nosotros siempre hubiéramos sacado 10 en todo!
Todavía estamos a tiempo de conocer mejor las Altas Capacidades, de asumir que, si tiene un ritmo de aprendizaje más rápido, no necesita tantas repeticiones, ni la misma cantidad de ejercicios, ni realizar los mismos pasos que todos sus compañeros. Incluso, me atrevería a decir (y digo en voz muy alta) que cada uno tiene una necesidad diferente de actividades, repeticiones y apoyos diferentes. Porque, sencillamente, todos somos diferentes.
Así pues, ¿cuál es el problema que no nos deja acelerar a un niño de altas capacidades en España cuando sí se permite en otros países?