triple excepcionalidad
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¿Y si no es solo alta capacidad?

El cerebro humano es sorprendente. Como docentes, sentimos una gran curiosidad por el funcionamiento de la mente humana. Siempre lo hemos sentido. Desde nuestros primeros años como profesoras, nos hemos encontrado con alumnado que desafiaba cualquier clasificación preestablecida, que nos ha hecho dar vueltas hasta el infinito intentando entenderlos y atenderlos mejor. Niños y niñas, o adolescentes, con un pensamiento ágil, pero con dificultades para organizarse. Otros, con una sensibilidad extrema, capaces de percibir matices emocionales que escapaban al resto, pero, que al mismo tiempo, parecían estar en una constante lucha con el ruido y el caos del entorno. No tardamos en darnos cuenta de que las etiquetas tradicionales de “altas capacidades”, “TDAH”, “TEA” “dislexia”, etc. no tenían pinta de ser compartimentos estancos, sino, más bien, piezas de un complejo y único puzzle en cada persona, que aún hoy se sigue tratando de comprender.

Llevamos años leyendo, investigando, contrastando información y, sobre todo, viviendo la realidad de las aulas. Nuestro contacto con familias y alumnado de altas capacidades nos ha permitido ver, en primera línea, la complejidad de este tema. Pero, no sólo desde la teoría, sino desde la experiencia directa. Y cuanto más observamos, más nos convencemos de que el cerebro humano es infinitamente más complejo de lo que solemos pensar. Ni todo es blanco ni todo es negro, ni siquiera es una escala de grises; todo está lleno de matices, es un impresionante abanico cromático.

En los últimos días, tras leer el maravilloso libro de Bea Sánchez, “Pues no se te nota“, que os recomendamos encarecidamente, y reflexionar sobre tantas experiencias vividas, hay un gráfico que no deja de venir a nuestras mentes. Lo hemos visto muchas veces en redes, pero hoy resuena con más fuerza que nunca. Es el gráfico de Katy Higgins Lee, donde se entrelazan las características del TDAH, el TEA y las altas capacidades. Y esa delgada línea que separa cada una de estas etiquetas, no es más que eso: una línea finísima, casi imperceptible, que deja entrever que, en realidad, compartimos más de lo que nos separa.

La paradoja de la doble o múltiple excepcionalidad

Bea Sánchez, del blog www.mamavaliente.es  explica que las AACC, el TDAH y el TEA pueden coexistir en una misma persona, pero presentan características contradictorias:

  • Las AACC y el TDAH buscan novedad y estímulos constantes.
  • El TEA necesita estructura, rutina y control.
  • El TDAH y el TEA pueden chocar a nivel sensorial y social (hiperactividad vs. hipersensibilidad).

Esto genera un equilibrio difícil entre la necesidad de estabilidad y el deseo de cambio, lo que puede causar desregulación emocional y fatiga mental.

Características comunes entre AACC, TDAH y TEA

El solapamiento entre estas condiciones dificulta su diagnóstico diferencial:

Los intereses especiales se presentan en las tres, aunque con diferencias en duración e intensidad.

El hiperfoco aparece tanto en AACC, TEA y TDAH, pero por distintas razones.

Las dificultades sociales se presentan por diferentes causas en cada caso (falta de interés social en TEA, impulsividad en TDAH, distancia intelectual en AACC).

Los problemas de sueño y regulación sensorial son frecuentes en todas las neurodivergencias.

La creatividad y pensamiento divergente es compartido, pero en diferentes formas.

Dificultades en el diagnóstico de la doble y triple excepcionalidad

Históricamente, hasta la aparición del DSM-5 (2013), no se podían diagnosticar TDAH y TEA en la misma persona, dejando a muchas sin un diagnóstico correcto.

Por otro lado, los especialistas, orientadores, en los centros públicos, o psicólogos clínicos, en centros privados, suelen estar formados en una sola área o incluso, una formación básica e insuficiente en “un poco de todo”, lo que hace que el diagnóstico sea fragmentado e incompleto.

A menudo, una condición puede enmascarar a otra. Por ejemplo, las AACC pueden ocultar el TDAH o el TEA, o viceversa, por lo que muchas personas pasan por un “viaje escalonado de diagnóstico”, descubriendo cada neurodivergencia por separado en diferentes momentos vitales, con las dificultades y terribles consecuencias que ello puede conllevar.

Máscaras y síndrome del impostor

El masking (ocultar los rasgos neurodivergentes para adaptarse socialmente y ser aceptado por el grupo) es más sofisticado en personas con AACC, lo que hace que el diagnóstico sea más tardío y que estas personas duden de su propia neurodivergencia, pero también es común en TEA. Sin embargo, ese enmascaramiento produce, en lugar de una integración real, un agotamiento extremo y un límite difuso entre quien es realmente esa persona y lo que hace para ser integrado en sociedad.

El “síndrome del impostor múltiple” es común en la doble o múltiple excepcionalidad, ya que la persona duda de todas sus etiquetas y pasa por fases en las que siente que su diagnóstico no encaja, dudando más aun de sus capacidades y metas.

Diferencias entre perfiles dentro de la múltiple excepcionalidad

No todas las personas con AACC, TEA y TDAH presentan los mismos rasgos. Hay distintos “fenotipos”: algunas tienen más dificultades sociales y de comunicación, otras presentan más rigidez y necesidad de control y las de un tercer grupo pueden ser extremadamente creativas y flexibles, pero con grandes desafíos en las funciones ejecutivas. Todo ello ramifica las posibilidades, dificultando la identificación temprana y, por supuesto, una atención adecuada.

Identificadores de una posible triple excepcionalidad (AACC + TDAH + TEA)

Si un diagnóstico de alta capacidad puede ser confuso y una doble excepcionalidad puede ser más difícil aún, una excepcionalidad múltiple, es una bomba en todos los sentidos, dificultando exponencialmente, tanto la identificación, como la atención educativa adecuada. Por ello, debemos estar atentos en clase ante algunos indicadores que nos pueden ayudar a una identificación temprana, como son:

  • Contradicciones en el comportamiento: necesidad extrema de rutina pero también de improvisación y cambio.
  • Dudas constantes sobre la propia identidad neurodivergente.
  • Dificultades en planificación y regulación emocional.
  • Fatiga mental por la intensidad de pensamientos y emociones.
Más allá de las etiquetas

Es urgente que empecemos a hablar de las fortalezas de cada neurodivergencia en lugar de centrarnos tanto en sus déficits. Durante demasiado tiempo, el foco ha estado en lo que estas personas “no pueden hacer”, en vez de poner en valor lo que sí pueden aportar. La creatividad excepcional, la capacidad de análisis profundo, la perseverancia, la sensibilidad emocional, la innovación… son sólo algunas de las características que pueden convertir a estas personas en individuos brillantes y con un impacto positivo en su entorno.

Es importante ver la neurodivergencia desde otra perspectiva y, desde luego, cambiando la mirada. En lugar de centrarnos en “coleccionar diagnósticos”, es más útil entender cómo funcionan las distintas partes de la persona y qué estrategias pueden ayudar. La neurodivergencia no es estática, sino que fluctúa según la energía, el contexto y el estado emocional.

Desafíos añadidos: el Desorden de Procesamiento Sensorial (DPS)

Además de las dificultades ya mencionadas, el Desorden de Procesamiento Sensorial (DPS) puede añadir una capa adicional de desafíos en la vida cotidiana de las personas neurodivergentes. Aquellas que presentan DPS pueden experimentar hipersensibilidad o hiposensibilidad a los estímulos del entorno, lo que afecta directamente su bienestar y capacidad de concentración. Hipersensibilidad a sonidos, luces, texturas o incluso la proximidad de otras personas pueden resultar abrumadores, dificultando la participación en entornos como el aula o el trabajo. Hiposensibilidad en el otro extremo, algunas personas pueden no percibir bien ciertos estímulos, buscando experiencias sensoriales más intensas o teniendo dificultades para identificar señales de su propio cuerpo, como el hambre o el cansancio.

Esto puede derivar en problemas de regulación emocional, ansiedad, fatiga sensorial y una mayor dificultad para desenvolverse en ambientes ruidosos o estructurados, dificultando, aún más, su integración en la sociedad.

La importancia de realizar un perfil sensorial

Un perfil sensorial es un estudio realizado por un profesional acreditado en el que se determina la forma concreta en la que una persona percibe, procesa y responde a la información sensorial del entorno. Se basa en la forma en que los sentidos (vista, oído, tacto, gusto, olfato, propiocepción y sistema vestibular) captan estímulos y cómo el cerebro los interpreta y reacciona ante ellos.

Dado que el procesamiento sensorial varía de una persona a otra, realizar un perfil sensorial puede ser una herramienta clave para comprender cómo cada individuo experimenta y responde a los estímulos del entorno. Este perfil permite identificar qué estímulos resultan abrumadores o agotadores, cuales son, en contraposición, beneficiosos y qué estrategias pueden ayudarnos a mejorar esta regulación y, por tanto, nuestro bienestar.

En educación, a los docentes, conocer el perfil sensorial de nuestros estudiantes nos ayudaría a adaptar el aula, para reducir distracciones y mejorar su confort y concentración.

En la vida diaria, identificar nuestras necesidades sensoriales, nos permite establecer estrategias, como el uso de auriculares con cancelación de ruido, espacios de descanso o adaptaciones en la iluminación y el mobiliario. Incluso, nos permite enfrentarnos a estímulos que nos puedan desestabilizar, entendiendo y controlando activamente la situación y sus consecuencias.

El reconocimiento del DPS y su integración en el enfoque de atención a la neurodivergencia es esencial para garantizar que cada persona reciba el apoyo adecuado y pueda desarrollar su potencial, sin verse constantemente sobrecargada o limitada por su entorno.

Hablemos de desafíos

Las personas con AACC, TDAH y TEA experimentan desafíos únicos debido a la combinación de necesidades contradictorias. El diagnóstico sigue siendo un reto debido al masking y la falta de profesionales especializados en múltiples neurodivergencias. Más que buscar etiquetas, es clave entender cómo funciona la persona en diferentes momentos y contextos, para brindarle estrategias útiles y respetuosas con su funcionamiento.

Por eso, en el aula, solo hay un camino posible: la personalización del aprendizaje. Es el único modo de garantizar que todo el alumnado, independientemente de su condición o neurodivergencia, se sienta acompañado, retado y valorado. Porque al final, la educación no va de etiquetas; va de personas, personas a las que se supone que acompañamos en su aprendizaje y preparación para el futuro.

Si algo nos ha enseñado la experiencia, y cada vez hay más estudios e investigación, es que cada estudiante necesita sentirse visto, comprendido y valorado por lo que es, no por lo que esperamos que sea. Como sociedad, como educadoras, tenemos el deber de construir entornos en los que puedan florecer sin miedo al juicio ni a la incomprensión. Porque al final, el éxito de nuestra educación no se mide en resultados académicos, sino en cuánto hemos contribuido a que cada persona se sienta aceptada, comprendida y libre de ser quien realmente es, aportando así, lo mejor de sí mismas a la sociedad, construyendo un mejor futuro juntos.

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